Respuesta al estudio de FACUA sobre precios de tratamientos

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Recientemente se publicó un estudio de FACUA sobre precios de tratamientos que apareció en prensa y TV ante el que todo el colectivo odontológico manifestó su rechazo por no tratarse de un estudio serio con rigor científico ni estadístico sino simplemente una encuesta telefónica en la que se preguntaba por el precio de distintos tratamientos en diferentes clínicas a lo largo y ancho del país, con la consiguiente disparidad de precios.

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La Dra. Silvia Ascasíbar, propietaria y ortodoncista de la Clínica Dentalpraxis, escribió al diario El País, que publicó su carta pero editada y recortada por motivos de espacio por lo que quedaron cosas sin aclarar que ahora nos gustaría comentar aquí.

En primer lugar, es un error pedir el precio de un tratamiento por teléfono y ninguna clínica dental que trabaje con una ética y un criterio médicos dará precios por teléfono puesto que es imprescindible hacer primero un diagnóstico. ¿Alguien llamaría al cardiólogo preguntando cuánto cuesta un by-pass o un marcapasos?.

En segundo lugar, preguntando precios de tratamientos dentales, los convierte en una “cosa”, un bien material con un precio como si se tratara de averiguar cuánto cuesta una cocacola en el super del barrio, en una terraza de un edificio emblemático de Nueva York o en un “chill-out” en Ibiza. Evidentemente, tratándose del mismo artículo, va a haber diferencias importantes en el precio. Sin embargo, un empaste nunca es igual que otro, ni todos los pacientes son iguales, ni las manos que lo ejecutan son las mismas, ni todas las caries aparecen en las mismas superficies, por poner un ejemplo.

Además, no tuvieron en cuenta la formación del profesional (capítulo fundamental puesto que la odontología evoluciona cada año y hay que asistir a cursos para estar a la última), ni la experiencia (no es lo mismo que el tratamiento lo realice un recién licenciado con poca práctica que alguien con años de trayectoria profesional), ni las instalaciones, la tecnología, la calidad de los materiales, las tasas, los impuestos y alquileres de las clínicas; cosas, todas ellas, que varían, y mucho, de una ciudad a otra.

Por último, si FACUA, como organización que vela por el bien de sus asociados, se preocupa por lo mejor para éstos, debería haber tenido en cuenta también en su “estudio” el número de quejas y denuncias que acumulan las clínicas a las que preguntaron pues se da la circunstancia de que son las franquicias y aseguradoras (las que, por cierto, “malcontratan” a jóvenes doctores a los que imponen criterios económicos y no de salud y cuyos salarios no permiten seguir formándose ni asistir a cursos) las que han tenido y tienen más pleitos con la ley por sus prácticas y su publicidad engañosa.

Las franquicias y los bancos con sus aseguradoras tienen locales imponentes, logos, fachadas y mucha publicidad pero no hay dentistas con nombre y apellidos porque para esos empresarios, lo importante no es la persona, eso se sustituye fácilmente. Lo importante es el negocio.

Para nosotros, es una clínica de atención odontológica. Lógicamente, también es un negocio que da de comer a trabajadores y que debe pagar montones de facturas pero no tenemos clientes, tenemos pacientes. Y no tenemos precios con asteriscos ni “desde” ni tenemos prestaciones gratuitas que sirven de gancho. Apostamos por una odontología de calidad y una atención de calidad, respaldada por profesionales con una sólida formación y que responden de sus tratamientos.